“No es lo mismo dar una opinión que tener razón”.
Opiniones, críticas, comentarios en fin, numerosas e infinitas cantidades de argumentos posibles para tratar de entender a la razón, dejando a un lado una simple opinión,, pero honestamente, no vale la pena perder el tiempo con algo tan simple…
Si opinas sobre algo o alguien sin tener la certeza o el conocimiento suficiente como para hablar sobre ello, no estás quedando como el “inteligente” sino como el “hipócrita” por lo tanto, cállate y escucha atentamente lo que tengo que contarte.
Al igual no te has dado cuenta, pero la realidad de absolutamente es una sola. Podrás opinar sobre lo que te apetezca, dar consejos o hasta incluso hacer creer a muchas personas que tu forma de pensar es la adecuada, pero nunca te olvides que dentro de toda verdad, aunque confíes en tu palabra debes aprender hasta a dudar de lo que dices. ¿El motivo? Simple, nada está bajo tu control absoluto y no siempre vas a tener la razón y lo que para ti es lo adecuado o lo correcto es probable, que no sea del todo correcto…
Explicarle esto a un niño de 4 años que está literalmente: “empezando a vivir” es prácticamente sencillo, ya que son una esponja y absorben todo lo que les decimos, pero cuando somos adultos, ahí la cosa cambia. Es diferente por el simple hecho de que hemos forjado una personalidad que nos diferencia del resto. Creemos en ciertas cosas y en otras, quizás no tanto y tristemente, son más las personas que no “escuchan” a aquellas personas que realmente sí que tienen la razón, con unos argumentos bastante creíbles y sobre todo basados en sus experiencias propias y personales sobre la vida…
Es por ello que no basta únicamente con tener la razón, sino que debes demostrar el por qué la tienes o en muchos casos, por qué es más válida que la opinión del resto de personas. La verdadera razón de todo esto es precisamente esa: “la opinión”. normalmente, opinamos sobre cosas que ni sabemos simplemente para impresionar a personas que ni les importamos o que, probablemente, después de un tiempo, hasta dejen de importarnos porque, lamentablemente, vivimos en una sociedad que reclama la atención del resto de personas y cuando la obtiene tienden a “aburrirse” con facilidad y buscan nuevas aventuras o personas con las que experimentar de manera constante…
Muy en nuestra contra, la culpa de todo esto es la “curiosidad” o más bien todas y cada una de las tentaciones con las que nos encontramos diariamente en nuestra vida… Por un lado, está el hecho de vivir rodeado de personas completamente distintas tanto física como mentalmente, pero que todas sin excepción, comparten algo en común: “su falta de trasparencia”. Por si no entiendes a lo que me refiero es que nunca terminamos de conocer a las personas porque todas y cada una de ellas esconden un “lado oscuro” que nunca muestran en público, ya que son conscientes de que es un “defecto” que podría dañar todas y cada una de nuestras relaciones sin importar el tipo…
Y ahora te preguntarás que tiene que ver tener la razón sobre algo y aquellas personas que no son honestas consigo mismas, bueno, si eres de esas personas que cree todo lo que los demás les dicen o demuestran simplemente porque tú te consideras una persona “buena” y que solo busca hacer feliz a los demás te tocará enfrentarte a lo peor de la vida que todos conocemos muy bien como lo es: “la mentira”.
¿Mentimos por placer? En absoluto, mentimos por miedo a que las personas nos conozcan tal y como somos, puesto que, vivimos con la idea equivocada de que si la otra persona conoce nuestras debilidades lo usarán en nuestra contra. Y pese a que eso sea cierto(parcialmente) el único daño que nos hacemos es a nosotros mismos, permitiendo que nos afecte como personas que ni merecen estar en nuestra vida nos hagan daño…
Está bien ser un simple espectador en nuestra vida diaria, pero debemos recordar que somos los protagonistas de nuestra vida y no solo debemos observar lo que nos sucede a nuestro alrededor, sino también, aprender de lo vivido…
Lo desconocido de la razón destruye por completo a la mentira.
Josep Ramos.
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